Revista los Olímpicos
El Morisco
El MORISCO fue el cabaret más lujoso y lujurioso que tuvo Montevideo. No debe extrañar la inclusión del género cabaret dentro de las historias de los cafés porque el concepto desde el que se desarrolla el tema tiene mucho que ver con la evolución de la ciudad, sus costumbres y formas de vida. Y porque subyacía el nexo común de tratarse de lugares donde la gente concurría en busca de diversión y esparcimiento. Los bares y café, por un lado y los cabarets y lugares nocturnos por otro, eran en última instancia, puntos de encuentro donde la bebida no era el fin sino el medio para el intercambio y el dialogo. En uno el encuentro se daba con uno mismo o con los amigos y en el otro la búsqueda era del complemento femenino, un poco de amor transitorio y casual. La ciudad de Montevideo tuvo, especialmente entre las primeras décadas del siglo veinte, una rica y activa vida nocturna, materializada en cabarets, dancings, clubes nocturnos, cafés concerts, teatros de variedades, etc.
El MORISCO, uno de los más increíbles cabarets que tuvo la ciudad, fue más conocido por el público con el nombre de CABARET DE LA MUERTE. Ubicado a los fondos del cementerio del Buceo y de frente al mar justo donde la rambla trazaba un recodo brusco y repentino que ha ocasionó muchos accidentes automovilísticos, haciéndola merecedora del apodo de “curva de la muerte”.
Este antro nocturno que semeja un palacio de las mil y una noches tuvo un auge tan breve como legendario, menos de dos años de vida llena de extrañas leyendas y comentarios de lujo y perversión logró despertar múltiples polémicas entre los trasnochadores montevideanos del pasado, la primera de las cuales refiere a su nombre.
¿De donde proviene lo de cabaret de la muerte?
Para algunos antiguos clientes se debía a la proximidad del cementerio, vecindad no adecuada para rendir culto a la diversión nocturna, mientras que otros lo atribuyeron al espantoso crimen con ingrediente pasional incluido, que aconteció a los pocos meses de la inauguración, cuando uno de los parroquianos mató a su querida y al amante dentro del local. La polémica se trenzó con otra de las versiones que lo atribuía a su presunta similitud con el “Cabaret de la Mort” existente en París con el nombre de Cabaret du Neant, famoso centro nocturno que muy pocos habían visto y muchos menos conocido por dentro no obstante lo cual despertó fascinación en nuestro ambiente. El llamado Cabaret de la Mort o du Néant fue fundado en el año 1892 por un excéntrico empresario francés de apellido Dorville y se ubicaba en el número 34 del Boulevard de Cliché. El lúgubre interior fue conocido gracias a las fotografías tomadas por Eugêne Atgest 1857-1927), fotógrafo que se dedicó a retratar las escenas más mórbidas del sub mundo parisino de la época. El lugar estaba distribuido en diferentes salas a las que se accedía por oscuros y angostos pasillos, los nombres de las salas dependían de los actos que allí se representaban. Por ejemplo, la sala del bar tenía la peculiaridad de que las mesas eran ataúdes. Toda la sala era de tonos oscuros con calaveras y siniestras estatuas decorando las paredes que, bajo la iluminación tenue de las velas que colgaban de huesudas lámparas, otorgaban al lugar de un aire cargado y siniestro.
Los rumores sobre este fantástico submundo deben haber influenciado la fértil imaginación del Cavaliere Visconte Romano, el dueño del MORISCO, un empresario italiano radicado en Montevideo y también dueño del teatro ROYAL PIGALL, hombre entrado en fortuna, noctámbulo por excelencia, amigo de artistas, cantantes y él mismo barítono venido a menos. Respecto del lugar elegido el barrio del Buceo, en la década de 1920 era un lugar sombrío y poco poblado. La presencia del Cementerio dominaba todo el barrio y el trabajo de sus pobladores. Con todo la zona tuvo sus momentos especiales como cuando el naufragio del navío Nuestra Señora de la Luz y las posteriores incursiones en busca de sus tesoros, de ahí el nombre del Buceo. Pero sin duda el momento culminante lo fue durante la Guerra Grande, cuando era puerto de entrada y salida del gobierno del Cerrito. El proyecto del MORISCO, para el cual consultó a varios arquitectos de Montevideo, data del año 1925 aunque su construcción comenzó tiempo después, inaugurado en 1930. Ya desde los cimientos, dados los problemas con las autoridades municipales y los accidentes durante la construcción, comenzó con un aire de misterio, de fama maldita, de vicios ocultos y con el encanto que suele despertar lo prohibido. Se hizo famoso por lo refinado de su interior, de los finos tapizados traídos de oriente y de su reluciente vajilla. Pero también se hablaba de que las más hermosas y experientes mujeres de la noche eran alternadas, tras las rojas cortinas de brocato, con homosexuales vestidos de forma extravagante que encontraban el lugar adecuado para satisfacer sus inclinaciones. Muchos de ellos, se decía, eran personajes de la política y del foro, que de noche se vestían con atuendos femeninos para dar rienda suelta a su verdadera naturaleza. Entre ellos se encontraba uno de los más copetudos dirigentes del Jockey Club. También los comentarios circulaban sobre las bebidas, puesto que se servía un auténtico Pernod francés, y en especial un cóctel que se había hecho famoso y despertaba reminiscencias por lo exótico de su nombre, el “Hada Verde” con el cual se aseguraba un viaje más allá de los sentidos. Desde la entrada misma todo daba la sensación de un fastuoso rincón del oriente, por cuanto un par de porteros vestidos con turbantes custodiaban la puerta con sendas antorchas encendidas. La música era el jazz aunque otras veces amenizaban las guitarras y el bandoneón, cuando llegaba algún cliente amante del tango. Y la presencia femenina, elegante de fina insinuación, iba de mesa en mesa hasta que convenían con el cliente de turno para desaparecer tras las penumbras de los palcos. Santiago Luz, un gran músico uruguayo, contratado varias veces para amenizar los bailes, contaba que para subir al escenario lo obligaban a ponerse un frac. No más de dos años duraron las luces y lujos del MORISCO. En parte porque el crecimiento de la ciudad, que se orientaba hacia el este, le quitaba privacidad al lugar, lo que sumado a la presión de varias personalidades influyentes que estaban en contra del lugar, convencieron a las autoridades para que exigieran el cierre. Aunque, hay quienes dicen que el cierre se debió al revuelo ocasionado por el sangriento crimen, que escandalizó y asustó tanto a la clientela que terminaron por dejar de ir a tan siniestro lugar de muertos y de sombras. Después de cerrado el cabaret las vueltas del destino volvieron a jugarle una tétrica remake puesto que fue utilizado, aunque por poco tiempo, como “morgue” del cementerio. Desde 1934 hasta 1940 el edifico fue destinado a Museo Oceanográfico. Después estuvo cerrado durante más de 15 años, hasta el año 1956 en que volvió a abrirse, esta vez como Museo Zoológico DÁMASO ANTONIO LARRAÑAGA, que se mantiene hasta ahora. Aun hoy día el edificio sigue siendo uno de los más extraños de la ciudad y condensa una de sus historia más peculiares, tanto que se lo considera integrando una de las piezas más enigmática de nuestro folclore urbano.